El Amor en Todos los Tiempo
PANDORA III
Si hemos de entender lo que enseñan los libros más antiguos de la Humanidad, que la cultura occidental ha encasillado cómodamente en la palabra Mitología, pero que encierran una profunda enseñanza religiosa, filosófica y moral, llegaremos a la conclusión de que la mujer es un castigo divino, pero tan bien hecho, tan perfectamente planeado, que en nuestra ceguera y necedad caemos en el extremo de adorar a la mujer como a una diosa y, cuando nos muestra su lado malo, esa misma mujer se convierte en el ser más nocivo y malvado del mundo. La verdad es que, al igual que el hombre, la mujer reúne en sí misma las fuerzas del bien y del mal, aunque su naturaleza tiende más a lo pernicioso, como lo prueba sin lugar a dudas su conducta en el Paraíso. Según la Biblia, la mujer fue creada después que el hombre, para que le hiciera compañía, y nada más. Pero esa mujer se las ingenió para enseñar al hombre a quebrantar la ley, provocando la ira y el castigo de Dios. ¿Qué es lo que dicen los otros libros?
Los historiadores modernos muestran una clara tendencia a descalificar lo que no entienden, o no quieren entender. Así, llaman poetas a aquellos que nos legaron enseñanzas muy antiguas envueltas en simbolismos arcaicos. Tal es el caso de Hesíodo, quien escribió hace unos dos mil ochocientos años una versión de la historia entonces conocida, sobre la creación de la mujer, obra ordenada por Zeus a Hefestos, dios del Fuego y forjador de hierro (precisamente en la Edad del Hierro, en la cual vivimos), para castigar a los hombres porque Prometeo había robado el fuego divino y habiendo enseñado a los hombres a usarlo, casi consiguió igualarlos a la divinidad.
Mucho ojo con esto que sigue: Hefestos era hijo del Cielo, sin intervención de nadie más; es decir, no fue el producto de la unión de una pareja, y el pobre amigo nació contrahecho: cabezón, chato, con un sólo ojo y un poco jorobado. Por si fuera poco, casi todo su cuerpo estaba cubierto por un vello grueso hirsuto. Al verlo Zeus tan horroroso, lo arrojó desde el Olimpo con tan mala suerte para el pobre dios que se rompió las piernas, quedando cojo para toda su vida. A pesar de todo, salió muy trabajador y se la pasaba siempre en la fragua, sudoroso, manejando fuelles y martillo para mantener el fuego vivo y el yunque echando chispas. Este señor recibió la encomienda de hacer a la mujer pero, “en casa del herrero azadón de palo”, es decir, que la hizo de barro. Dejemos que nos lo cuente Hesíodo:
“Los dioses, en efecto, ocultaron a los hombres el sustento de la vida; pues, de otro modo, durante un solo día trabajarías lo suficiente para todo el año, viviendo sin hacer nada. Al punto colgarías el mango del arado por encima del humo, e interrumpirías el trabajo de los bueyes y de las mulas pacientes. Pero Zeus ocultó este secreto irritado en su corazón porque el sagaz Prometeo le había engañado. Por esto preparó para los hombres males lamentables, y escondió el fuego que el excelente hijo de Japeto robara en una cañaheja abierta para dárselo a los hombres, engañando así a Zeus, que disfruta del rayo, entonces Zeus que amontona las nubes, dijo:
- “Más sagaz que ninguno, te alegras, o Japetónido, de haber hurtado el fuego y engañado a mi espíritu; pero eso constituirá una gran desdicha para ti, así como para los hombres futuros. A causa de ese fuego, les enviaré un mal del que quedarían encantados, y abrazarán su propio azote”.
- HABLÓ ASÍ; Y EL PADRE DE LOS DIOSES Y DE LOS HOMBRES RIÓ Y ORDENÓ AL ILUSTRE Hefestos que mezclara enseguida la tierra con el agua y de la pasta formara una bella virgen semejante a las diosas inmortales, y a la cual daría voz humana y fuerza. Y ordenó a Atenea que enseñara a esta virgen las labores de las mujeres y a tejer la tela. Y ordenó a Afrodita que esparciera la gracia sobre su cabeza y le diera el áspero deseo y las inquietudes que enervan los miembros. Y ordenó al mensajero Hermes que le inspirara la impudicia de la perra y las costumbres silenciosas. Ordenó así, y los aludidos obedecieron al rey Zeus.
- “Al punto, el ilustre Cojo de ambos pies, por orden de Zeus, modeló con tierra una imagen semejante a una virgen venerable. La diosa Atenea la vistió y la adornó; las diosas Cárites y la venerable Pito colgaron a su cuello collares de oro; las Horas, de hermosos cabellos, la coronaron de flores primaverales; Palas Atenea le adornó todo el cuerpo; y el mensajero matador de Argos le inspiró las mentiras, los halagos y las perfidias. Y el mensajero de los diosas le dio un nombre, y le llamó a esta mujer Pandora, porque todos los habitantes de las moradas olímpicas le habían hecho cada uno un don para convertirla en azote de los hombres lujuriosos.
- “Tras de concluir esta obra perniciosa e inevitable, el padre Zeus envió hacia Epimeteo al ilustra matador de Argos (Hermes), veloz mensajero de los dioses, con tal presente; y Epimeteo no pensó en que Prometeo le había recomendado que no aceptara nada de Zeus Olímpico y le devolviera sus presentes para que no trajese desgracia a los mortales. Y aceptó el obsequio, y no sintió el mal hasta después de haberlo recibido.
- “Antes de aquel día, las generaciones de hombres vivían sobre la tierra exentas de males y rudo trabajo, y de las enfermedades crueles que la vejez acarrea a los hombres. Porque con la aflicción los mortales envejecen pronto.
- “Y aquella mujer, levantando la tapa de un gran vaso que tenía en sus manos, esparció sobre los hombres las miserias horribles. Únicamente la Esperanza se quedó en el vaso, detenida en los bordes y no echó a volar porque Pandora había vuelto a cerrar la tapa por orden de Zeus tempestuoso, que amontona las nubes.
“Y he aquí que se esparcen innumerables males entre los hombres porque la tierra está llena de males y el mar está lleno de ellos; noche y día abruman las enfermedades a los hombres, trayéndoles en silencio todos los dolores, porque el sabio Zeus les ha negado la voz. Y nadie puede evitar la voluntad de Zeus”.
Pues bien, esta Pandora, mortal, antojadiza, veleidosa, caprichosa, enredosa, mentirosa, perversa, coqueta, astuta y malvada, es la rival de Zeus en el pensamiento y el corazón del hombre.
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